Aquella mañana el termómetro marcaba por lo menos -7º grados.
Claudia preparaba el desayuno como todas las mañanas.
Deseando que llegara el findesemana contaba las horas mientras se iba vistiendo para ir a currar.
A veces recordaba tonterías del colegio y se reía sola, el cuarteto, el soneto, las fallas, esdrújula, llana y aguda y esa mañana se acordó de caduco y perenne.
Se asomo para ver si todos los árboles que había alrededor de su casa eran de un tipo u otro.
Efectivamente eran caducos pero el suelo no estaba lleno de hojas de árbol, sino de miles miles de hojas de calendario.
3 comentarios:
Desde entonces al lunes no seguía el martes, sino el domingo, y al domingo un miércoles festivo, vacaciones en Finlandia y vuelta al cole en Panamá; Sus pies no pisaban la acera escarchada, sino crema de contorno de ojos, patas de gallo sentenciadas a mejor muerte, un anuncio en el periódico de que todas las hojas volverán a caer.
¡me apunto ahora mismo a ese calendario festivo!
La verdad es que animan esos buenos rollos de lunes...
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